2023-03-18 00:05:16
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Ciudades, mercaderes y artesanos
En los primeros siglos de la Edad Media, las calzadas bien trazadas y pavimentadas heredadas del Imperio Romano se deterioran y acaban siendo casi impracticables. Las nuevas carreteras que se construyen, a menudo adoquinadas con guijarros, forman recorridos tortuosos que se adaptan a la orografía del paisaje, trazando curvas y eludiendo obstáculos naturales.
La gente humilde se desplaza a pie, mientras que mercaderes y burgueses viajan en carros o carrozas impulsados principalmente por bueyes, mulos y asnos que con su trote cansino permiten viajar y transportar bienes sin demasiadas sacudidas.
Peregrinos, militares y comerciantes, coinciden en los mismos itinerarios. Diferentes servicios que se cruzan por el camino.
Cuando hablamos de las calzadas medievales, no debemos pensar en carreteras como las conocemos nosotros sino más bien en senderos. Entre estas calzadas están incluso las más famosas como la Franchisina o Romea que unían Inglaterra y Paris con Roma. O la calzada Alemania que comunicaba Venecia con Alemania o los itinerarios que llevaban a Santiago de Compostela. Eran prácticamente caminos para los arrieros que a veces se ramificaban dependiendo de los obstáculos con que se tropezaran en el terreno.
Tras el duro golpe provocado por la caída del Imperio Romano hubo que esperar a los siglos 9 y 10 para hablar de nuevos tiempos. Lentamente se produce un proceso de recuperación económica que se prolonga a lo largo de más de cuatro siglos.
Crece la población y la producción agraria aumentan las rentas el consumo, la producción artesanal y el volumen de comercio, y las ciudades empiezan a estar masificadas.
A partir de los siglos 9 ó 10 aproximadamente empieza a aumentar la población. ¿Por qué sucede esto? En primer lugar, porque se suavizan las condiciones negativas que impedían el crecimiento de población e incluso provocaban su disminución.
Y ¿cuáles eran esas condiciones negativas? Las epidemias. Italia, el mundo mediterráneo - toda Europa sufrió devastadoras epidemias de peste en el siglo VI que se prolongaron a lo largo del siglo VII e incluso buena parte del VIII. Después desaparecieron.
Los núcleos urbanos son la base del nuevo sistema económico en el que los mercaderes y banqueros son las verdaderas figuras emergentes que devuelven la importancia al intercambio comercial y estimulan la circulación de la moneda. Así el dinero es el nuevo punto de referencia de la esfera económica y social.
Una transformación que se entreteje dentro de un proceso más amplio en el que la ciudad pasa a ser la nueva sede de la elaboración cultural, con la creación de escuelas laicas y universidades, lugares de experimentación política. A todo esto se suma la vida municipal, la señorial y las nuevas formas de asociacionismo y participación popular.
Los nuevos valores impuestos por el dinero como la riqueza y las posesiones desembocan en guerra entre nobles, entre ciudades por el control de territorios cada vez más amplios.
En esta época las calzadas se recobran nueva vida tras largos siglos de inseguridad e inactividad debido a la escasez del comercio y el estancamiento de la economía. Desiertas durante el día y envueltas en tinieblas por la noche, se habían convertido en cómodo refugio de ladrones y malhechores.
La distancia que se recorre en una jornada de viaje es muy reducida, 30 km como máximo. De noche no se viaja. El peligro de tropezarse con bandidos y forajidos es demasiado alto. Es preferible refugiarse durante las horas nocturnas en una posada o buscando hospitalidad en una aldea.
Las murallas son el símbolo de la ciudad. Esta no es una simple agrupación de seres humanos sino que implica la idea de una pertenencia común, una sensación de superioridad respecto a los que viven extramuros. Las murallas son elementos vivos de la ciudad. Cuando nacen son altas y delgadas, separadas de los edificios urbanos, a menudo sujetadas por contrafuertes y jalonadas por torreones.
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